viernes, 15 de octubre de 2010

Luces del Hombre

Los disparos sonaron en el campo, vio caer algunos de los compañeros. Las balas hicieron impacto en su cuerpo, se hallo tendido en el pastizal con la boca en el barro tratando de respirar. A unos metros sintió el suspiro final de una de las victimas “ojala no sea de los que tienen crios” pensó mientras miraba de reojo el oscuro descampado de el potrero en el que habían sido sorprendidos. La soledad de la agonía intento acompañar al miedo para desmoronarlo, pero siempre se había creído valiente y si moría esa noche no seria rogando. Vio a lo lejos unos movimientos, eran matorrales, que sigilosamente, apañaban una fuga, se alegro, “por ahí si alguno se salva cuenta lo que pasa y se despabilan esta manga de abombados”, hoy le había tocado a él ser el testigo de la veracidad de la que tantos hablaban y nadie quería creer. Retumbaron otros estruendos, ahora mas aislados y mas crueles todavía que los primeros, estos remataban a los convalecientes. Hizo una revisión del estado de sus miembros, podía moverse. El roce del pasto le devolvió algo de esperanza, si llegaba a los matorrales mas altos, que estaban a unos cien metros, antes que los acechadores lo encontraran estaría a salvo. Vio un haz de luz que le paso cerca y se le detuvo la respiración, el miedo se condenso en un par de segundos en los cuales toda su vitalidad fue suplica, ahora la valentía lo dejaba a solas con la realidad de la muerte a escasos pasos de él. Las imágenes se mezclaron con círculos viciados de luz sonora, de remates, de fusilamientos a quemarropa. El instinto lo despabilo y lo llevo unos metros mas allá de la furia que lo acosaba con plomo y pólvora. Necesitó tomar aire, la fatiga era grande, hizo la pausa, los tiros eran ahora mas espaciados y mas lejanos. Una exhalación lo acerco al sueño, sintió sus párpados caer, el miedo no lo mantuvo despierto. Entrecerró los ojos, al abrirlos creyó que el sol ya empaparía su cara, o que un sueño horrible lo había llevado hasta un aterrador lugar imaginario. Lo había despertado un grito, nunca supo si era de furia o de horror. Avanzo nuevamente hacia el lugar que lo protegería. Dos metros, tal vez tres, no se podía medir muy bien, pero sabia que a ese paso lo descubrirían antes de llegar. Un esfuerzo sobrenatural lo llevo mas rápido, lo alejaba del horror que ahora sonaba allá, a lo lejos. Los matorrales se elevaban un metro y medio del suelo, eran espinillos pero no sintió dolor por las espinas, arrastrándose como había llegado hasta allí ingreso en la protectora espesura . Vio a pasos de el a otro sobreviviente, las miradas se cruzaron y el dialogo silencioso se hizo presente, ambos se alegraban de encontrarse, los dos se tenían lastima y se apoyaban calladamente en este, que era uno de esos momentos de mierda donde lo único que sirve para calmarse es que el otro sepa exactamente lo que te pasa. Segundos, quizás minutos, respiraciones menos agitadas y la necesidad de saber que deparaba el destino. Un quebrar de ramas le quito el aliento, tirado boca a bajo con la cabeza recostada vio un borceguí, el rayo de luz del reflector escarbaba entre la maleza buscando. La luz hallo a su compañero, que tendido panza arriba no podía disimular su respiración, el frió convertía en vapor cada exhalación. El estrépito del disparo fue seco, sin importancia, no había tiempo para acongojarse, la luz lo encontraría a el. Y no tardo en hacerlo, sintió el reflejo en sus párpados cerrados, soltó el aire tan lentamente que logro disimular la evaporación. Por debajo se veían los pies del acechante asesino, que se movieron para darle lugar a otro par de botas. “tirale por las dudas, estas hijas de puta si no están bien muertas por ahí te saltan de la chata en el medio de la ruta”, “Si tenes razón, no vale la pena arriesgar, con la malaria que hay, perder dos pesos por una liebre que se te piante”.

Bestiario.

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