viernes, 15 de octubre de 2010

El método

Terminaba de caer el sol y las luces de los edificios se presentaron ante los ojos de Federica. Con movimientos suaves recorría la calle Corrientes. Admiraba las carteleras de los teatros sin detenerse en los títulos. Una chiquita se acerco a pedirle una moneda, ella saco un alfajor de la cartera y lo puso en la mano de la nena, acompañó el gesto con una sonrisa. Miró la hora, “llego tarde, me va a matar”, apuró el paso y trató de orientarse mientras avanzaba hacia la 9 de julio. “De acá me conviene el subte, no mejor el 59 y de ahí…”. Un hombre de sobretodo la chocó, ni tuvo tiempo de escuchar las disculpas del desconocido, vio como su bolso caía en la vereda rota y sucia. Se agacho para levantarlo y una pierna le golpeo la espalda, tuvo que apoyar las palmas de sus manos para no dar contra el piso. Enrojecida de bronca se incorporó con el bolso. Una muchedumbre iba y venia, empujándola y arrastrándola hacia todos lados. Se imaginó la cara de Raúl, esperándola en la puerta del cine con el entrecejo fruncido por la impuntualidad de ella. La masa de gente había disminuido, ya podía decidir hacia donde ir. No recordó en que cine se tenia que encontrar, trato de pensar pero la mente se le había puesto en blanco. Busco un teléfono publico para llamar a su novio, no se acordaba del numero de celular, intento agarrar la agenda que tenia en su cartera y descubrió que estaba vacía, solo había quedado un paquete de carilinas abierto. Giro dándole la espalda a la cabina, un remolino de rostros desconocidos la agredía con la mirada, se sintió desnuda, desprotegida ante esas personas. Unas lágrimas arrastraron por su cara restos de rimel.
Corrió sin rumbo durante unos cuantos minutos. Una baldosa rota esguinzo su tobillo y la hizo frenar. Estaba frente a una vidriera llena de artículos para el hogar. La noche ya estaba instalada en Bs. As. Se reflejo en el vidrio, no supo quien era, se desconoció totalmente. El frío le aviso que estaba desabrigada. Buscó unos diarios en un cesto de basura y se los puso en el pecho, debajo de la blusa. Mientras se acomodaba vio un pedazo de sándwich en la bolsa de residuos, lo tomo y lo mordió con una actitud casi animal.
Ya hace dos meses que Federica anda por la ciudad así, sola, olvidada hasta por ella misma. A veces se imagina en otro lugar, en un salón lleno de
gente escuchando a un profesor, viendo una película con un hombre a su lado, otras veces se sueña en un departamento cómodo, vestida con ropas desconocidas y charlando con amigos sobre la estructura dramática, Stanislavski, un cigarrillo de marihuana, planeando alguna obra, tratando de componer el personaje de una mujer que habita en las calles, despojada hasta de su identidad. Pero son solo sueños, no puede comprenderse en ellos, debe buscar comida, pedir una moneda, encontrar donde dormir.

Bestiario.

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