miércoles, 2 de noviembre de 2011

El vasco en Barracas


El Vasco bajo del 39 en Barracas. Había salido, sabiendo que lo esperarían, se la tenían junada, pero igual fue a ese barrio que le resultaba siempre hostil.

Camino por la calle Lanin, eran las 2 am, solo, el y su pucho, nadie asomaba por esa zona un día martes.

Un taxi paso lentamente, amenazando la soledad de la noche. Las luces iluminaron la esquina, ahí deberían estar esperándolo, como le habían advertido.

Llego a paso sereno, firme, sin siquiera dudar asomo su cuerpo por la ochava, giro y no vio a nadie, ni una sombra...

Siguió por Lanin 3 cuadras mas. Si estaban esperándolo seria en una boca calle, en una esquina donde no pudiera verlos, donde la sorpresa fuera su mejor arma, y el aun así siguió su paso seguro y sereno.

En ese caminar recordó las tardes, al legar del corralón, cuando Marisa preparaba el mate y el jugaba con Mauro, le sacaba el chupete y lo hacía rabiar, para luego alzarlo en brazos y amagar con que lo tiraría al aire. Mauro reía descaradamente y el Vasco sonreía a escondidas, no quería que Marisa lo viera reír, el no era un tipo que se dejara ver por cualquiera, ese privilegio era solo para su hijo.

No le habían advertido mal, estaban en la segunda esquina, agazapados, con todo su poder a mano, esperándolo, sin apuro, el tiempo era de ellos, no había apuro, sabían que su golpe era letal, que no había vuelta atrás.

A veinte metros de la esquina el Vasco freno, se prendió otro cigarrillo, y miro como un perro revolvía la basura encontrando un pedazo de carne bañado en tuco. ― Te salvaste perro viejo, ojala yo tenga hoy esa suerte―

Termino el pucho y avanzó, llego a la esquina. Ahí los vio, arrogantes, sobradores, mirándolo con desgano y soberbia, el Vasco se afirmó, saco las manos de sus bolsillos y esperó. Ellos avanzaron despacio, midiéndolo, dejando en claro que no le tenían miedo. Lo rodearon y empezaron a girar, al ritmo de la noche oscura. Así atacaban siempre ellos, esos putos recuerdos de la noche en vela...

Un rato después el Vasco terminaba la petaca de ginebra tirado en el cordón, con cara de despojo absoluto, si alguien lo hubiese visto, no sabría si estaba vivo o muerto, solo su lenta respiración lo dejaba de este lado del mundo, mas allá de su deseo...

Esteban Terranova.

3 comentarios:

Cappe dijo...

Me gustó. Me pareció muy bien logrado el suspenso, y la imagen de los recuerdos como sombras que agobian, que atacan, que no tienen miedo...

Un abrazo

Unknown dijo...

#Impekeibol que bueno leer del Vasco otra vez, crei que no volveria a tener ese gusto.Se lo lei a @maruleando tambien le gusto mucho.Calle..Calle..siempre ahi.

Achurita dijo...

Un viaje.