Hoy me levanté, leí los diarios, tomé mates, preparé unas tostadas. Y re leí los diarios. Normalmente en twiter veo la descarga de tipos que analizan mas en detalles los medios, también lo hablo con unos ojos que ademas de brillar saben descubrir los entre lineas, y yo por otro lado no soy lento para entender cierto juego. Pero hoy me había quedado un gusto amargo, un gusto conocido pero que se fijo como algo no solo molesto, si no como algo a dejar afuera...
La vida tiene cosas raras, fui con esos ojos al centro, si esos que brillan, y al volver una eterna y atemporal fila de semáforos me fueron deteniendo en el tiempo. La casualidad hizo que encontrara en mi auto un Libro de Julio Cortazar, "Historias de Cronopios y de Famas", y fui leyendo de a un cuento (son muy breves, algunos incluso media carilla) semáforo a semáforo.
En ese recorrido de lectura extraña y llamadora de puteadas de compañeros conductores que no entienden lo que es esperar hasta el próximo punto y aparte, me encontré con un cuento, uno muy cortito que me dejo pensando y me robo una sonrisa...
Acá se los copio, y léanlo, que ni si quiera linkie ( no se como).
El diario a diario.
Un señor toma el tranvía después de comprar el diario, y ponérselo bajo el brazo. Media hora más tarde desciende con el mismo diario bajo el brazo.
Pero ya no es el mismo diario, ahora es un montón de hojas impresas que el señor abandona en un banco de plaza.
Apenas queda solo en el banco, el montón de hojas impresas se convierte otra vez en un diario, hasta que un muchacho lo ve, lo lee y lo deja convertido en un montón de hojas impresas.
Luego se lo lleva a su casa y en el camino lo usa para empaquetar medio kilo de acelgas, que es para lo que sirven los diarios después de estas excitantes metamorfosis.
Julio Cortazar.
No miento si digo que me imagine a @Psirven abrazando un gigante atado de acelga...
Seguro no descubrí nada nuevo, pero tenia ganas de compartirlo y al fin de cuentas no soy de andar pidiendo permiso.
Bestiario.